Santo Domingo.- Un domingo como cualquiera, hace algo más de quinientos años, las palabras del fraile dominico Antonio de Montesinos en su sermón en Santo Domingo intentaron apelar a la conciencia de quienes estaban «en pecado mortal» por la «crueldad y tiranía» con la que los conquistadores trataban a los taínos, originarios de la isla, convirtiéndose en un discurso histórico en la defensa de los derechos humanos.
«Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios?», proseguía el fraile español desde el púlpito de la iglesia de los dominicos en 1511.
El historiador dominicano y director del Archivo General de la Nación, Roberto Cassá, explica a EFE que aquellas palabras carecieron de repercusión inmediata y fueron «muy mal recibidas en la Corte» de los reyes católicos.
Sin embargo, a pesar de que «los dominicos tuvieron que callar y las cosas siguieron igual», indica Cassá, el sermón tuvo «un impacto en la Corte porque se vio que era un problema delicado».
La corona española «era excepcionalmente abierta al debate, a diferencia de otras monarquías europeas, los reyes españoles, desde Isabel I de Castilla (1451-1504), pasando por Fernando II de Aragón (1452-1516) y luego por Carlos I de España (1500-1558), fueron tolerantes, abiertos al debate y desde luego, a la larga, partidarios de la libertad de los indios», sopesa el historiador.
Ese debate culminó en la abolición de la encomienda en 1542, la institución medieval que otorgaba a los conquistadores un grupo de indígenas (la mayoría de los cuales en la isla eran taínos) a su cargo para que les pagaran tributo en trabajos a cambio de que el encomendero los evangelizara.
Bajo ese sistema se produjo, a juicio de Cassá, una disminución demográfica acelerada causada principalmente por la puesta «inmediata» al trabajo forzado y la «superexplotación» de los aborígenes, quienes estaban «acostumbrados a trabajar muy pocas horas al día, en condiciones muy laxas» y «fueron sometidos al trabajo forzado de la búsqueda de oro, particularmente en la modalidad de la encomienda».
Además de ello, se produjeron enfrentamientos bélicos. Nicolás de Ovando, gobernador del Virreinato de las Indias 1502-1509, «el que institucionalizó de una manera más estable la administración española en Jaragua» (sur/suroeste de la isla), «ejecutó a más de ochenta caciques, incluyendo mujeres. Fue una persecución atroz, un magnicidio, un genocidio», afirma el historiador.
Asimismo, las epidemias fueron otra de las causas del declive demográfico de los taínos.
«Como pueblo desapareció», aunque «hubo una especie de mestizaje, integración con españoles y con africanos», cree Cassá.
Legado taíno
A pesar de esta situación «la cultura taína perdura en la espiritualidad indígena y en la espiritualidad sincrética, en sus rituales y ceremonias en ambas vertientes», afirma la cantante dominicana Irka Mateo, quien ha investigado durante más de cuarenta años lo que queda de la sociedad taína en la República Dominicana.
Para Mateo, la cultura taína pervive «en la arquitectura de las casas rurales ancestrales que aún se conservan -el bohío y el caney-» en las herramientas y métodos de agricultura y pesca; en los utensilios de cocina y los métodos de cocción, así como «en la empatía en las relaciones sociales, la hospitalidad, la risa y la bondad».
Sin embargo, «existe un interés social mínimo» por este mundo ancestral, de acuerdo con Mateo, quien viene de un linaje taíno y empezó a interesarse por la cultura de sus antepasados desde la infancia.
La divulgadora cultural también cree que desde las instituciones no existe un apoyo para la difusión de esta cultura.
«La educación, la cultura pública y los museos suelen presentar un pasado indígena remoto, sin establecer un vínculo con la cultura viva que aún existe», afirma.
Mateo cree que «con frecuencia, ese pasado se utiliza principalmente como atractivo turístico, en vez de fortalecer esta cultura e integrarla a la identidad» dominicana.
La cantante considera que se ha producido una «negación de la existencia» del mundo taíno o de su legado, «una mentira repetida por siglos».
A pesar de estas limitaciones, dice, «las nuevas generaciones que sienten el llamado de preservar la cultura originaria y enseñarla» a su descendencia.


