Lázaro, un cubano de 72 años, se arrastra con una perrita de meses a su lado. Primero caminó cientos de kilómetros desde su ciudad, Viñales (Pinar del Río, unos 190 kilómetros al oeste de La Habana), para llegar al santuario de El Rincón, en las afueras de la capital.
Su peregrinaje lo hace para cumplir una promesa al santo con el que comparte nombre por la devoción que le guarda su familia: San Lázaro, el patrón cubano de los milagros.
Este septuagenario ha hecho el mismo trayecto desde hace 26 años. Según le cuenta a EFE, cada nuevo 17 de diciembre, día dedicado a esta figura religiosa compartida por el catolicismo y los yorubas, ve menos gente que el anterior.
Para él, la caída en picada de feligreses la marcó la pandemia, hace cinco años: «(La covid-19) enfermó a muchas personas y por eso ya no viene gente», sostiene.
Pero hay quienes barajan otras hipótesis. Diemelys Hernández, de 45, avanza de rodillas a paso lente y con manchas del fango que se acumula en la calle tras las intensas lluvias de la noche anterior.
«(La baja afluencia es) porque ya no están…», dice a EFE, en referencia a la migración masiva de cubanos en el último lustro, motivados en parte por profunda crisis económica en la que está sumida la isla con escasez, una inflación galopante y largos apagones diarios.
Venta callejera
El camino de tierra que lleva hasta el santuario cuenta, eso sí, con muchos negocios y puestos callejeros de comida al carbón.
Lo que falta son los clientes: los fieles tradicionalmente vestidos con prendas de color morado, el tono que simboliza al santo y también al orisha Babalú Aye, la deidad afrocubana con la que se identifica a San Lázaro.
Los comerciantes, muchos de ellos vecinos de El Rincón, llevan a sus espaldas generaciones de vendedores que ven en el paso de los peregrinos su gran venta del año. Estos comerciantes también son un termómetro anual de la fe de la gente.
Por ejemplo, William, de 60 años, y con tres décadas de experiencia como vendedor de figuras del santo, cree que esta vez el factor que disuadió a la gente es la epidemia de chikunguña y dengue que atraviesa el país y que se ha cobrado, hasta el momento, 52 vidas.
«Tienen miedo a venir, tienen miedo de salir a la calle por la epidemia que hay actualmente en Cuba pero los cubanos tienen una fe terrible a San Lázaro», afirma.
El santuario de El Rincón se alza sobre los terrenos de una antigua leprosería. Es ahí donde termina la peregrinación y se celebra un puñado de misas católicas, con la presencia de los creyentes de la religión yoruba.
Cerca de ahí, en quizás uno de los últimos puestos, Magaly González, de 65, matiza el pesimismo y sostiene que la lluvia fue la causa de los números bajos este 2025. También sostuvo que «mucha gente» prefirió ir el fin de semana.
Pero, incluso con eso, sabe que sus ventas este año están por debajo de su objetivo: «Ojalá mejore la cosa, pero no te creas que está muy bueno».


