Guyana, uno de los países más pequeños de América del Sur, celebró elecciones generales que despiertan un interés regional y mundial poco común para su tamaño. La razón: su acelerado auge petrolero, la histórica disputa territorial con Venezuela y su estrecha relación con Estados Unidos en un escenario de creciente tensión geopolítica.
Con apenas 800.000 habitantes, Guyana es hoy el país con mayor crecimiento económico del mundo gracias a los hallazgos de ExxonMobil en 2015. Desde que inició la producción en 2019, su PIB ha mantenido cifras de dos dígitos y se espera que para 2035 alcance los dos millones de barriles diarios, superando a varios productores tradicionales de la región.
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El actual presidente, Irfaan Ali, busca la reelección por el Partido Progresista del Pueblo/Cívico. Sus principales contrincantes son Aubrey Norton, de la opositora Alianza para la Unidad Nacional (APNU), y el empresario Azurddin Mohamed, sancionado por EE.UU. en 2024.
El auge del petróleo ha traído consigo desafíos: altos niveles de desigualdad interna, la necesidad de fortalecer instituciones y el riesgo de que la riqueza erosione la estabilidad política, como ocurrió en otros países de la región.
A esto se suma la presión externa. Venezuela reclama la soberanía sobre el Esequibo, territorio de 160.000 km² rico en petróleo y oro, y aunque el caso se ventila en la Corte Internacional de Justicia, Caracas ha reiterado que no acatará un fallo en su contra. Esta disputa mantiene latente el riesgo de tensiones militares en la frontera.
Ante esa amenaza, Guyana se ha apoyado en Estados Unidos, que ha desplegado ejercicios militares conjuntos y afianzado su presencia en la zona. Washington ve en Georgetown un socio estratégico tanto por seguridad como por la disputa con el gobierno de Nicolás Maduro.
Pero el tablero es más complejo: mientras las petroleras estadounidenses dominan la producción, China avanza con proyectos de infraestructura como el puente sobre el río Demerara. Para analistas, el reto del país será mantener el equilibrio entre ambas potencias y administrar con transparencia su riqueza petrolera para evitar que se convierta en un factor de inestabilidad.
En medio de esta coyuntura, los comicios no solo decidirán el rumbo político interno, sino también el papel de Guyana como nuevo actor clave en el mapa energético y diplomático mundial.