Durante la segunda mitad del siglo XIX, en varias ciudades y al menos un estado de Estados Unidos, se aprobaron normativas que hoy resultan difíciles de creer: las llamadas “Ugly laws” o “leyes feas”, ordenanzas que penalizaban la presencia en espacios públicos de personas consideradas “desagradables” a la vista por sus características físicas, enfermedades o discapacidades.
Estas leyes, cuya primera versión se promulgó en San Francisco en 1867, castigaban con multas y hasta prisión a “toda persona enferma, mutilada o deformada de cualquier manera hasta el punto de convertirse en un objeto repugnante o desagradable” que fuera vista en calles, plazas, parques u otros lugares públicos. Con el tiempo, ciudades como Reno, Portland, Lincoln, Columbus, Chicago, Nueva Orleans e incluso el estado de Pensilvania adoptaron medidas similares.
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En Chicago, que aprobó su versión en 1916, las autoridades afirmaron que buscaban “eliminar toda la fealdad de las calles”. Sin embargo, expertos como Susan Schweik, de la Universidad de Berkeley, señalan que, en realidad, las “obstrucciones” que querían erradicar eran personas vivas: discapacitados, enfermos, mendigos y vendedores ambulantes con lesiones visibles.
Justificaciones y prejuicios
En su época, algunos defendieron estas leyes con argumentos sanitarios y supersticiones hoy descartadas. Por ejemplo, la teoría de la “influencia materna” sostenía que una mujer embarazada, al ver a alguien enfermo o mutilado, podía “impresionarse” y provocar que su hijo naciera con una malformación.
El religioso Charles Henderson, en 1906, describía a los epilépticos como “objetos de terror”, respaldando su exclusión de la vida pública para “proteger” a los demás.
Pobreza y supervivencia en la mira
Aunque parecían enfocadas en la estética, en realidad las leyes feas golpeaban principalmente a personas pobres sin hogar, obligadas a mendigar o a subsistir del comercio callejero. Además de prohibirles circular por ciertos espacios, les impedían ejercer actividades como la venta ambulante o las artes callejeras.
En Cleveland, en 1910, se le prohibió a un hombre con lesiones en manos y pies seguir vendiendo periódicos. En Portland, una mujer conocida como “Madre Hastings” fue forzada por la policía a irse de la ciudad por considerarla “demasiado terrible para que los niños la vieran”.


