El 29 de junio de 1968 marcó un antes y un después en el deporte dominicano. En el estadio Quisqueya, bajo la mirada de un país expectante, Carlos “Teo” Cruz derrotó por decisión dividida al mítico puertorriqueño Carlos Ortiz, arrebatándole los títulos de peso ligero de la AMB y el CMB.
Cruz fue el primer campeón mundial dominicano, abriendo la puerta para futuras glorias en el boxeo nacional.
Cruz, nacido en Santiago el 24 de noviembre de 1937, empezó a boxear a los 20 años. Después de una carrera amateur de 14–3, pasó al profesionalismo en 1959. Su ascenso fue sostenido pero firme: tras un notable triunfo en 1965 contra Frankie Taylor (considerado por muchos como su punto de inflexión), logró posicionarse como retador mundial.
La victoria ante Ortiz fue épica: 15 asaltos de pura tensión donde Cruz sometió al campeón en su propia casa. En aquella pelea histórica, Ortiz supo que perdía un legado y Cruz, que estaba escribiendo uno nuevo. Retuvo su corona con una victoria sobre Mando Ramos en Los Ángeles, consolidando su estatus como campeón.






Sin embargo, su reinado fue breve. En febrero de 1969 perdió el título ante Ramos. Apenas un año después, el 15 de febrero de 1970, un trágico accidente aéreo (vuelo DC-9 de Dominicana de Aviación en en cual también viajaba la familia de Antonio Imbert Barrera) le arrebató la vida junto a su esposa e hijos. Tenía apenas 32 años.
A pesar de su corta carrera, el legado de Teo Cruz es inmenso. Fue pionero en llevar al boxeo dominicano a la élite y tras él, surgieron otros 24 campeones mundiales en diferentes organizaciones.
Su nombre está ligado a la valentía, el orgullo nacional y la perseverancia.
Hoy, a casi seis décadas de su hazaña, Cruz sigue siendo recordado como un símbolo. El Coliseo Carlos Teo Cruz de Santo Domingo lleva su nombre, y su historia inspira a nuevas generaciones de boxeadores dominicanos a soñar en grande y pelear por su país.

