La tragedia no solo dejó muertes físicas en San Cristóbal. También se sembraron traumas, ansiedad, insomnio y silencios que persisten en el tiempo. Andrea Mateo Germán perdió a tres seres queridos: su hermana, su sobrina y su cuñado. Entre las 42 víctimas confirmadas, 12 siguen sin ser localizadas, ni siquiera parcialmente.
Un año después del desastre, el presidente Luis Abinader promulgó la Ley 41-24, que declaró oficialmente como fallecidas a las personas cuyos cuerpos nunca fueron encontrados. Una medida que, aunque simbólica, busca darle un poco de paz a las familias que aún viven con la incertidumbre de la ausencia.
Santo Domingo— El 14 de agosto de 2023, una explosión en la fábrica Vidal Plast convirtió el centro de San Cristóbal en un infierno. Las llamas se propagaron en segundos, atrapando a empleados, transeúntes y clientes. En cuestión de minutos, la ciudad vivió uno de los episodios más trágicos de su historia reciente.
Hoy, a casi un año del suceso, el lugar de la tragedia sigue cerrado. Desde fuera, parece una construcción abandonada. Pero para decenas de familias, ese espacio representa una herida que no ha cerrado.
“Mi hermana nunca apareció” expresó Joelisa Dipré.
Joelisa Dipré perdió a su hermana, Irma Isabel Dipré Miranda, en la explosión. Irma estaba acompañada de su esposo, Carlos Geovanni Verás. Solo ella murió en el acto. Un mes después, Carlos se suicidó, lanzándose desde el tercer piso del hospital Ney Arias Lora.
“El tiempo pasa, pero el recuerdo sigue intacto”, dice Joelisa, entre lágrimas. El cuerpo de su hermana nunca fue hallado, lo que ha hecho imposible cerrar el ciclo del duelo. “Vivir sin respuestas es como seguir respirando bajo el agua”, confiesa.
Un duelo sin cuerpo, sin paz
Historias como la de Joelisa se repiten entre las familias de las víctimas. Yudi Montero perdió a su hijo, Cheimi Vicaino Sierra, de 32 años. “ Lo vi en la televisión, vi a un muchacho tirado en la calle y no sabía que era mi hijo, a él llevaron al hospital, pero murió horas después”, cuenta. Desde entonces, su vida ha sido un calvario. “No hay día que no me duela”.
Un matrimonio que nunca se celebró
Rudelania Araujo recuerda que planeaba casarse en diciembre con su pareja, Juan Mateo Casilla, quien falleció en la explosión. Su cuerpo tampoco fue encontrado.
“Recibí una llamada media hora después de salir de Juan saliera de la casa, al informarme de li que había ocurrido, corrí al lugar, pero nunca encontré a mi esposo.
Para ella, las imágenes de ese día no se han borrado. “Una parte de mí quedó atrapada ahí”.
A pesar del tiempo transcurrido, muchos familiares siguen esperando respuestas. Algunos denuncian que las ayudas prometidas nunca llegaron. Otros dicen que las investigaciones están estancadas.
“El humo se fue, pero el vacío quedó”, resume Joelisa Dipré.
San Cristóbal sigue de pie, pero no ileso
La ciudad ha retomado su ritmo. El tránsito fluye, los comercios reabrieron, la vida sigue. Pero para quienes perdieron a sus seres queridos, nada volvió a ser igual.
Detrás de cada rostro en silencio, hay una historia rota que aún merece ser contada. Porque mientras haya dolor, también debe haber memoria.