Este miércoles 14 de mayo a las 4:00 de la tarde, el presidente Luis Abinader encabezará una esperada reunión con los expresidentes de la República: Leonel Fernández, Danilo Medina e Hipólito Mejía.
La cumbre, que se celebrará en el Ministerio de Defensa, ha sido presentada como un espacio para tratar el tema de la inmigración ilegal haitiana, un asunto que, sin duda, requiere atención seria, coordinación nacional y decisiones firmes.
Hasta ahí, el gesto parece oportuno. Pero hay un detalle que lo desinfla todo: Leonel y Danilo, aparentemente, asistirán… solo para escuchar. No opinarán, no sugerirán políticas, no cuestionarán nada. Solo escucharán. Entonces, la pregunta es inevitable: ¿era necesaria una cumbre presencial para eso?
Con todo respeto, si la reunión va a ser un monólogo presidido por Abinader, ¿realmente hacía falta hacerla presencial? Con dos de los tres expresidentes sentados en modo audiencia, esto bien podría haberse resuelto por Zoom. O mejor aún, con un correo detallado y una llamada de seguimiento. Pero no: hay que montar el protocolo completo. Seguridad, logística, medios… todo el montaje, para que Hipólito lance un par de bromas mientras Leonel y Danilo asienten en silencio.
Mientras la ciudadanía exige acciones concretas contra la inmigración ilegal, en el centro de mando del Ministerio de Defensa se escenificará una cumbre donde solo uno hablará. Y los otros, por decisión propia, actuarán como oyentes atentos. Eso no es una concertación nacional. Es un monólogo con público de lujo.
Y no es que la presencia de expresidentes no tenga valor. Lo tendría si fueran a aportar, a debatir, a asumir responsabilidades históricas. Pero si el rol que han elegido es el del silencio, entonces la reunión pierde sentido como espacio de construcción colectiva. Es pura formalidad. Y la formalidad sin contenido es teatro.