Este 2 de mayo se conmemora el Día Internacional contra el Bullying o Acoso Escolar, una jornada destinada a generar conciencia sobre los riesgos y consecuencias del acoso en niños y jóvenes en todo el mundo. La fecha fue impulsada por asociaciones de padres y organizaciones no gubernamentales con el objetivo de visibilizar esta problemática y promover acciones concretas para prevenirla en el ámbito escolar.
El bullying es una forma de violencia sistemática y prolongada que se manifiesta a través de agresiones físicas, verbales o psicológicas. Se caracteriza por ser intencional, repetitivo y por una clara asimetría de poder entre el agresor y la víctima, a menudo en presencia de testigos que, por acción u omisión, refuerzan el comportamiento violento. Este tipo de violencia afecta la salud emocional de los menores, provocando depresión, ansiedad, baja autoestima y aislamiento social, entre otras consecuencias.
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Aunque el acoso escolar no es un fenómeno nuevo, su persistencia y la falta de abordajes adecuados lo mantienen como un desafío en muchas instituciones educativas. El compromiso de docentes, familias y comunidades es clave para erradicar esta forma de violencia. En este contexto, se ha implementado un protocolo de actuación ante casos de bullying y se ha adoptado el lazo púrpura como símbolo de la lucha contra esta problemática.
A lo largo de las décadas, el rol del adulto también ha cambiado. En el pasado, padres y educadores eran figuras de autoridad incuestionables y referentes para los jóvenes. Hoy, esa autoridad se ve desafiada, lo que pone en evidencia la necesidad de reconstruir la confianza y el vínculo entre adultos y niños, para garantizar espacios seguros, contenedores y protectores.