Cincuenta y cuatro años han pasado desde la muerte del dirigente político revolucionario Amín Abel Hasbún, asesinado frente a su esposa e hijo, en uno de los hechos que marcaron significativamente la historia del siglo pasado.
Su muerte marcó uno de los episodios más funestos de la época conocida como “los 12 años” del gobierno del expresidente Joaquín Balaguer, período marcado por la persecución contra líderes opositores del cacique reformista.
Te puede interesar: Autoridades cierran centros nocturnos en el DN y SDO por contaminación sónica
Su muerte fue igual de estridente como su propia vida y ocurrió frente a su esposa e hijo de solo dos años, quienes tuvieron que atravesar un charco de sangre en el que yacía el líder de agrupaciones importantes de la época, como el 14 de Junio o el Movimiento Popular Dominicano (MPD).
Vida
Nacido en el seno de una familia acomodada, Amín Abel Hasbún pudo dedicarse a vivir una vida tranquila y sin turbulencias, mas su fe revolucionaria, marcaron su camino a la inmortalidad.
Mahóma Abel y Liliana Hasbún, Amín realizó sus primeros estudios en el colegio La Salle donde se graduó en ciencias físicas y matemáticas en 1958, consiguiendo el título de Alumno Eminente, la distinción más alta en ese centro educativo.
Sin embargo, decidió estudiar en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), donde alcanzó prominencia como líder estudiantil.
Ahí conoció al gran amor de su vida, Mirna Santos, quien le acompañó hasta el último momento de su vida.
Su historia también fue fascinante, ya que se casaron el 24 de abril del 1965, justamente el día de la Revolución, lo que le motivó a interrumpir su luna de miel y llegar a la capital, para unirse al combate y ser parte importante de uno de los eventos más trascendentales de la historia reciente dominicana.
Sin embargo, su accionar, el de un hombre culto pero con ideales firmes, trajo consigo el descontento de sectores ligados a Balaguer y fue en su mandato, cuando la madruga de aquel fatídico 24 de septiembre, un grupo de policías y militares penetraron en su residencia, a donde había regresado solo tres días antes de la clandestinidad.
El timbre insistente, al que su esposa, doña Mirna, hace referencia en cada una de sus escasas pero nutritivas entrevistas, se constituyó en el preludio de la tragedia.
No puso resistencia y tras un rato de discusión, fue sacado de su vivienda y acribillado por los miembros de aquel escuadrón, que dejó su cuerpo tendido en un charco de sangre, el mismo que su esposa, quien estaba embarazada, tuvo que atravesar con su primerizo en brazos.
Con solo 27 años, la luz de Amín Abel Hasbún fue apagada, pero su memoria es recordada por muchos, quienes honran su legado, a 53 años de su desaparición física.